sábado, 1 de septiembre de 2012

La extraña 6 años después.

Hoy, como de costumbre pensando en mis cosas me he acordado de cierta historia, una historia que se remonta a toda mi infancia y el inicio de la adolescencia. Tenía 4-5 años creo, cuando tenía más o menos ya conciencia y recuerdos, recuerdos que se remontan al parvulario. Nunca fui a la guardería porque como era el primero mi madre consideró que era mejor estar en casa y educarme a la par que hacerme aprender cosas básicas mediante juegos tontos, aparte de los programas como saber y ganar y otros que me tragaba en lugar de los típicos dibujitos, que también me tragaba. Pues bien, la cosa es que aunque era muy pequeño recuerdo que me gustaba mucho una compañera de clase, con la que hacía muchas tonterías y con la que me ponía colorado con nada. Yo era el más listo de mi clase porque ya sabía decir el abecedario al completo tanto hacia delante como hacia atrás (cosa que ya no se), un poco de lectura y más o menos escribir un poco, por lo que tenía mucho tiempo libre ya que las fichas que nos daban las terminaba en tiempo record. Curiosamente mi mejor amigo era el más gamberro, con el que hacíamos las peores cosas, desde pegarle al resto de niños para robarle las palas y cubos y jugar en la arena, hasta las perrerías más tontas de niños pequeños. Obivamente cuando lloraban los niños nos llamaban pero por alguna razón a mí nunca me llevaban al despacho del director, siempre a mi mejor amigo, como si el hecho de que fuera el mejor de todo el parvulario me otorgara gratuítamente la etiqueta de niño bueno, cosa que no digo que no lo fuese, solo que recibía una pequeña mala influencia, ya que siempre he sido un niño bastante débil, timido e inseguro. En una de esas veces en las que esperaba a mi amigo mientras le echaban la clásica bronca vino esa niña y con las tonterías acabamos jugando a los pinypon en un aula de al lado, cosa que no se podía en la hora del recreo ya que estaba prohibido, pero por alguna razón me sentía muy atraído por ella y me gustaba echar el rato con ella. Es curioso pero siendo tan pequeño parece que quizás sintiese algo. Tengo varias fotos de yo con ella en el autobús de esas excursiones que hacíamos al zoológico a sitios parecidos. Siempre se ponía conmigo e incluso a mi lado para ir de la mano en la fila que hacíamos para no perdernos. Recuerdo hasta las palabras de las profesoras cuando estando en el bus pasaron por nuestro lado y se conmovieron con la escena que tenían delante, ella dormida sobre mi hombro y yo medio dormidito. Recuerdo que nos echaron una foto, y esa es la foto que he encontrado, yo muy peque con ella apoyada en mi hombro dormida, y no he podido evitar sonreir con cara de tonto recordando una bonita historia. Los cursos pasaron y llegó el momento de pasar a primero de primaria, y como siempre, tenía ganas de que empezase para poder verla y volver a jugar y echar ratos con ella, ya que me agradaba muchísimo. Empezó el curso y no la vi, y conforme fue pasando no apareció y nunca lo entendí. Nunca entendí por qué faltaban compañeros de los que estuvieron conmigo en el parvulario. Con los años descubrí que donde vivía también había otro colegio y que esa podría haber sido la causa de la falta de compañeros de clase y amigos que había sufrido. El tiempo pasó y acabé la primaria sin haberla vuelto a ver e incluso ignorando el hecho de que alguna vez hubiese existido, ya no la recordaba, no recordaba ni su nombre. Me gradué en sexto y pasé a primero de la ESO. Entré el primer día y cogimos nuestros correspondientes sitios que nos acompañarían durante todo el año y cuando terminamos el primer día me topé saliendo por la puerta con una chica que extrañamente me gustó, sentí como si estuviese enamorado de ella sin siquiera conocerla y eso no me cabía en la cabeza. Seguían pasando los días y seguía gustándome muchísimo y notaba que ella también me miraba, era extraño. Con los días investigué y caí en la cuenta al ver fotos antiguas que era ella, la niña con la que jugaba de pequeño y con la que adoraba estar. Pasaron seis años desde la última vez que la ví y seguía gustándome mucho. Yo era extremadamente tímido e inseguro por diferentes cosas que sucedieron durante mi infancia, pequeños traumas infantiles digamos. Era débil y no tenía carácter alguno. No era capaz de decirle que me gustaba muchísimo y que me gustaría haber salido con ella y haber vivido una historia bonita de amor que se remonta a años atrás, pero no fue así, aunque cierto es que comentábamos muchas veces esas cosas que hacíamos de pequeños porque las recordaba muy bien también, y por culpa de mis inseguridades y vergüenzas la perdí. Mi clase estaba llena de canis, ella se acabó yendo con ellos y acabó siendo una, los sentimientos cambiaron y todo pasó. La historia bonita que se podría haber vivido quedó en eso, intento. Ella acabó saliendo con otro cani porque era muy solicitada y yo perdí mis oportunidades y al final acabó gustándome otra con el tiempo, pero esa es otra historia.
Estos recuerdos que me vienen ahora al tener en manos la foto favorita de mi infancia me hacen reflexionar sobre ciertos aspectos del amor y sobre mi última historia trágica donde el amor también actuaba. Es la fuerza más poderosa que hay, lo he comprobado. Aún me sigue sorprendiendo como me podía gustar tanto una chica que creí no haber visto nunca, porque lo que realmente me sorprende es como aun habiendo pasado poco más de seis años en los que no había existido para mí seguía importándome y haciéndome sentir a su lado como el niño pequeño que fui. Qué curiosa es la vida que parecemos personajes de una obra de teatro. Aún me queda mucho por aprender y no hay cosa que me guste más, aprender, y si hay algo de lo que quiero aprender más es del amor. Todo llegará supongo. Hoy es día de nostalgia, pero de esa que me saca una sonrisa, que me hace feliz.

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